segunda-feira, 31 de dezembro de 2007

Mulheres Zapatistas do México se organizam na luta pela terra, por transformações sociais e contra as agressões dos paramilitares

Las mujeres zapatistas y las agresiones paramilitares

1. Rumbo al encuentro en La Garrucha

Eugenia Gutiérrez

24 de Diciembre

Lo de “compañeros y compañeras” sí es cierto. En el Poblado 24 de Diciembre todo se vive en comunidad, especialmente las agresiones, el dolor, el hostigamiento y el desprecio en una guerra territorial/económica/política apoyada por varias instituciones y recrudecida desde que comenzó a gobernar sin victoria Felipe Calderón. Para contrarrestar de manera pacífica esa guerra, la Junta de Buen Gobierno “Hacia la Esperanza”, con sede en La Realidad, supervisa el flujo constante de Bases de Apoyo Zapatistas para que vigilen todos los puntos amenazados en los alrededores de esta comunidad que ya vivió una década de exilio. Se forman grupos de cien. Se cambian cada cinco días. Se llaman “plantón permanente”.

Con el objetivo de proteger al poblado de las agresiones prometidas por el principal abastecedor de las cafeterías La Selva, los hombres jóvenes, adultos y ancianos Bases de Apoyo hacen honor a su nombre, se organizan desde la autonomía, dejan sus casas, familias y responsabilidades y recorren todo tipo de caminos para convertirse temporalmente en lo que los habitantes de 24 de Diciembre llaman orgullosos “nuestras vigilancias”. La tarea no es fácil. Según palabras de los habitantes del poblado, “hay agua, hay zancudo, hay frío, hay calor” y ahí están las vigilancias. Coordinados desde la JBG, cumplen su deber todo el día y toda la noche, uniformados con nylon que rompe vientos y alimentados con mucho café. Desde los puntos amenazados hay que cuidarse del Ejército Federal, la Policía Estatal Preventiva de Chiapas y paramilitares priístas bien armados y de malas, integrantes de la Unión de Ejidos de la Selva y protegidos por la Policía y el Ejército.

En casa de Amparo y José hay cinco niñas, sin contar a la madre. La mayor tiene 12 años. La menor, poco más de un año. Se llama Hilda Guadalupe y tenía apenas tres meses cuando la suya y otras 30 familias llegaron a habitar otra vez este sitio de donde el Ejército Federal los expulsó en 1995. El regreso se lo propusieron a la JBG, la Junta los apoyó y volvieron hace casi un año. Primero, todo el mundo estuvo un mes completo en campamento con cocina común. Lo podrían haber desocupado unos días antes, pero cuenta José que decidieron que era mejor “dejar que el mes fuera cabal para que así pasara a la historia”. Fue por eso que exactamente un mes después de haber llegado, 31 familias se trasladaron por fin a sus solares y, pioneras, empezaron a construir.

Apenas habían tumbado cinco árboles para dejar de dormir a la intemperie cuando los priístas de la Unión de Ejidos de la Selva los denunciaron por talamontes y les echaron a la Forestal. Con la denuncia llegaron a cercarlos varios camiones con gente armada. Para contener la agresión de los malos gobiernos, José y otras 30 familias acudieron a un buen gobierno. Otra vez la Junta “Hacia la Esperanza” que interpuso entonces una demanda e impidió el desalojo. Lo que no se pudo impedir fue que la policía estatal de Juan Sabines siguiera, como sigue hasta ahora, cargando sus camiones con mil veces más que cinco árboles tumbados, todos producto de la tala clandestina.
El 19 de abril de este año, la JBG denunció:

En el terreno recuperado, pasan cortando el camino de la entrada del poblado como evitándoles a los y las compañeras que pasen en el terreno. Además que están destrozando y destruyendo arbolitos que el pueblo lo está cuidando. En esos días estuvieron trabajando entre 40 soldados y armados. También van en el manantial donde toman los compañeros su agua para cocinar y beber, dejando sus excremento a unos metros de la orilla del agua.

Con sólo dos de las trece demandas en la mano, tierra y libertad, los habitantes de 24 de Diciembre llevan casi un año luchando por once demandas más, aunque ya tienen muchos años de experiencia en sufrimientos. Cuentan Amparo y José que en 1995, cuando escaparon del Ejército Federal que les aventó Zedillo y se refugiaron en las montañas, aprendieron a comerse estos árboles con los que otros lucran. Durante una semana y por no haber podido prever la movilización, se alimentaron de bejucos y raíces acompañados de un poco de agua de lluvia. Hoy Amparo y sus cinco hijas revientan en risas cuando se les pregunta si echarán su discurso en el encuentro de mujeres en La Garrucha. Esta familia espera el primer aniversario de su vuelta a casa y sabe que puede hacerse realidad la amenaza paramiliar de desalojarlos este 24 de diciembre para que no cumplan ni un año en su tierra doblemente recuperada. Pero no por eso dejan de bailar. José presume que sus hijas bailan muy bien. Ellas demuestran que están listas para encuentros zapatistas y arman un reventón infantil con la música que sale de un radio de pilas. Toda la familia sabe que pondrá la vida si es preciso a fin de cumplir su aniversario y dejar que el año “sea cabal” para así, quizá, “pasar a la historia”.

Bolón Ajaw

Eso de que “no están solos” sí es verdad. Desde hace varios meses, las comunidades zapatistas se organizan para responder a las agresiones. Hay que apoyar de inmediato cuando los paramilitares queman casas y milpas, roban ganado, disparan al aire y al cuerpo, destruyen caminos recién trazados, cortan el agua, se la roban, la ensucian, amenazan a las mujeres, torturan a los niños o machetean a las Bases de Apoyo.

Hay un lugar donde la situación es muy grave. Por ser un sitio paradisiaco ya le echaron el ojo los mercaderes del turismo. Se llama Bolón Ajaw y según los informes elaborados por el CAPISE y publicados en su página de internet, las agresiones y amenazas que les ha lanzado la OPDDIC se recrudecieron en semanas recientes. Los informes resaltan no sólo la intensidad y la frecuencia de los disparos al aire que acosan a decenas de familias. También subrayan las amenazas verbales que, en este décimo aniversario de la masacre priísta en Acteal, hacen inevitable la asociación de ideas. Las amenazas van desde un “es mejor que se vayan de estas tierras” o un “los vamos a matar” muy general hasta advertencias tan específicas como “nosotros no tenemos esposas, agarraremos a sus esposas y a sus hijas, las vamos a violar y vamos hacer que sean nuestras mujeres”. En su repartición de odios, la OPDDIC no deja fuera ni a los más vulnerables cuando les advierte a los padres de niñas y niños zapatistas: “agarraremos a sus hijitos y los vamos a hacer pedacitos”, “vamos a cortar su lengua”.

Quienes recibieron esas amenazas fueron los compañeros Bases de Apoyo Manuel Jiménez Álvaro, Jerónimo Morales Álvaro y Manuel Méndez Silvano en su trayecto a la cárcel del Ejido Agua Azul y después de recibir una agresión de la OPDDIC que narra, de este modo, la JBG:

Al compañero Manuel Jiménez Álvaro fue pateado, golpeado a garrotazos y con la palma del machete azotado en la parte de la cara y cuello. Fue herido por una bala de pistola calibre 22 en la parte de la barbilla y el labio inferior derecho. Siendo el asesino el Sr. Jerónimo Urbina López y que gracias a la maniobra y aun estando en el suelo y mal herido, nuestro compañero, rodó haciendo un intento de giro librándose así a que esta bala, le provocara la muerte.

Los otros dos compañeros de nombre Jerónimo Morales Álvaro y Manuel Méndez Silvano fueron golpeados con garrote y a patadas en las partes corporales y pies y con el machete intentaron darle de golpes para provocar heridas mortales.

Después de esta golpiza inhumana, nuestros tres compañeros fueron llevados a la cárcel de este ejido Agua Azul y en ese trayecto, les dieron de patadas en todo el cuerpo, costilla, brazos, cabeza, y cara. Fueron golpeados con la palma de los machetes. (Denuncia de la JBG, 20 de septiembre, 2007)

A unos kilómetros de ahí, miles de turistas visitan las hermosas Cascadas de Agua Azul sin saber el sufrimiento que arrastra ese río que los baña. Al revisar los testimonios de los habitantes de la zona es inevitable preguntarse cuántas mujeres y en qué condiciones físicas y emocionales asistirán a su encuentro con nosotras. Parte de la respuesta se intuye en la aseveración que hacen hombres y mujeres zapatistas que nos recuerdan que no se rinden. En su reporte de agravios, la JBG “Corazón del Arcoiris de la Esperanza” del Caracol de Morelia asegura que su palabra “no es de violencia, no es de humillación ni mucho menos de rendición”, y nos informa que los agredidos, las amenazadas, los golpeados van a seguir luchando “sin más que con lo único que nos mantiene en pie de lucha: por la justicia, por la razón y por la paz verdadera”.

Violencia paramilitar generalizada

De que existe el “buen gobierno” se tienen pruebas palpables. Algunas se encuentran en el seguimiento puntual que dan las Juntas a todas las agresiones paramilitares de lo que el CAPISE ha llamado “la embestida del Estado mexicano”. Los datos ahí están. Los nombres de los agresores, también. Las brigadas civiles de observación “Tierra y Territorio” han recopilado testimonios que narran agresiones de la OPDDIC, la ORCAO, la Unión de Ejidos de la Selva, la URCI, la OPAZ y la ARIC Unión de Uniones. Desde diversas instituciones y secretarías, todos estos grupos reciben apoyo de los gobiernos locales, estatal y federal a fin de despojar a las comunidades de miles de hectáreas que fueron recuperadas en 1994.

La JBG de Oventic, “Corazón Céntrico de los Zapatistas delante del Mundo”, ha informado de la violencia que hay en la Reserva Ecológica Cerro del Huitepec, muy cerquita de San Cristóbal de las Casas. El 16 de noviembre de 2007, la Junta presentó un informe de las amenazas de desalojo que se observan en una carta dirigida a Mariano Díaz Ochoa, que acaba de ganar las elecciones para presidente municipal de San Cristóbal. En esa carta, las autoridades de la Ranchería Huitepec Ocotal le ofrecieron al entonces candidato todo su apoyo y todos sus votos bajo la condición de que desalojara a todos los zapatistas que cuidan la reserva ecológica. El entonces candidato aceptó la petición y la convirtió en promesa de campaña. Su promesa es que el 2 de enero próximo, la reserva será desalojada. Para entonces, ya habrá terminado el “Tercer Encuentro de los Pueblos Zapatistas con los Pueblos del Mundo: La Comandanta Ramona y las Zapatistas”, pero no habrá terminado la angustia de las indígenas rebeldes que participen en él. No mientras sus tierras sigan siendo amenazadas y sus compañeros sigan siendo agredidos a golpes, balazos y machetazos.

Hagamos el intento de ponernos en el lugar de las mujeres que son familiares del compañero Leonardo que vive por la zona del Caracol de Morelia. El 10 de agosto, en el Municipio Autónomo Olga Isabel, fue atacado a golpes Leonardo Navarro Jiménez delante de su hijo Elías de 11 años. Elías corrió a avisar a su familia y todos llegaron al lugar del ataque. En ese momento, trece paramilitares de la OPDDIC le dispararon seis tiros a Leonardo, delante de toda su familia. Él quedó gravemente herido de tres balazos, uno de ellos en el rostro. La JBG narra lo que siguió entonces:

Uno de sus hijos del compañero Leonardo Navarro Jiménez, de nombre: Juan Navarro Jiménez, de 29 años de edad, acude a su auxilio de su padre, rompiendo la valla que el grupo agresor obstruía su paso, y fue justo en ese momento, cuando uno de las mismas personas que retenían a su padre, le dispara con un rifle 16 calibre 22 automático, hiriendo con una bala en el hombro derecho y casi al mismo tiempo, recibe un machetazo hiriendo gravemente en la parte de la cien del lado derecho.

Una vez, balaceados a nuestros dos compañeros y herido a Juan Navarro Jiménez de un machetazo, sus familiares, hijos e hijas y de su compañera de Leonardo Navarro Jiménez, intentaron acudir al auxilio mientras estos paramilitares, huyeron al cafetal hacia el monte.

La compañera de Leonardo no huyó. Ella sigue enfrentando, cotidianamente, una guerra instigada, avalada y aplaudida por el Estado. No sabemos si ella y las mujeres de su familia y de su comunidad irán al encuentro en La Garrucha, pero sabemos que irán sus historias de organización y trabajo.

Las mujeres, los niños, los enfermos

Aquello de que “no nos vamos a rendir” sucede. Un ejemplo está en la comunidad de San Manuel, antes San Juan del Río y cercana al Caracol de La Garrucha, donde varias niñas y niños afirmaron en una entrevista a la Otra Niñ@s que no están dispuestos ni a vivir con miedo ni a rendirse. Cuentan las niñas y los niños que suelen ser molestados y agredidos física y verbalmente cuando se alejan un poco de la comunidad o cuando salen a dar una vuelta en su bicicleta. Se les arrojan piedras, se les insulta, se les amenaza, pero aseguran rotundos que van a continuar defendiendo sus tierras.

Según el informe de la Caravana de la Otra Campaña que visitó Chiapas del 17 al 20 de noviembre pasados, las niñas y los niños de otra comunidad, Benito Juárez, viven una situación semejante. El reporte de la brigada que visitó el Caracol de La Garrucha nos dice:

Existen diversas amenazas contra la comunidad. Por ejemplo, el señor Feliciano González Guzmán de la ORCAO en estado de ebriedad amenazó con violar a las mujeres de Benito Juárez y dar de “chicotazos” a los niños, además amenazan de muerte a los pobladores de Benito Juárez cuando salen de compras por lo cual tienen que ir acompañados, en grupos de dos o tres personas. Las amenazas de muerte son constantes. Así también el hostigamiento es cotidiano.
En el Ejido Agua Azul también hay reportes de agresión hacia menores. Hace un mes, la JBG del Caracol de Morelia reportó el ataque de ochenta miembros de la OPDDIC del Ejido Agua Azul que ingresaron a Bolón Ajaw “portando Armas de fuego, machetes y palos, 20 personas portaban con pistolas calibre 22 y 38, seis más con escopeta y el resto con palos y machetes”. Los ochenta se enfrentaron con un solo hombre, Manuel Hernández, promotor de salud que no había salido a trabajar porque estaba muy enfermo. Los miembros de OPDDIC lo golpearon salvajemente hasta dejarlo inconsciente. No conformes, cuatro de ellos (Florentino Silvano Pérez, Alejandro Gómez Hernández, Marcos López Silvano y Miguel Hernández López), volvieron a las orillas de la comunidad esa misma noche sólo para torturar al niño Miguel Pérez Álvaro, quien había salido por agua. Los cuatro hombres le torcieron las muñecas hasta que Miguel, de ocho años, gritó de dolor.

Y así sucesivamente. Como ráfaga de metralla, las agresiones paramilitares se repiten y lastiman incrustándose en la carne de las actividades diarias: el huerto que rodea la casa, el cañaveral, el pozo de agua, el paseo en bici, el camino.

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Del 28 de diciembre de este año al 2 de enero del próximo, mujeres de diversos países llegarán a Chiapas para conocer las historias de lucha de la comandanta Ramona y las zapatistas. Habrá también muchos compañeros dispuestos a apoyar en la logística. Según reportes de observadores civiles, el ambiente generalizado de violencia institucional que muchas y muchos de los participantes rebeldes habrán vivido en sus comunidades no se había dejado sentir con tanta fuerza desde 1997, en los meses previos a la masacre que hoy conmemoramos. Cualquier mujer que tenga hijos, hijas, sobrinos, hermanitas, nietos podrá imaginar con facilidad la atmósfera angustiante en que las madres, las tías, las hermanas y las abuelas de estos niños y niñas amenazados por los paramilitares se han preparado para recibirnos. A veces duele la imaginación sólo de suponer la tensión nerviosa en que todas ellas deben haberse desplazado, reunido y organizado a lo largo de estos meses para relatar sus historias y ponerlas en boca y corazón de sus representantes.

Y sin embargo, después de casi catorce años de saber de la existencia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, no es difícil suponer que las mujeres zapatistas llegarán al encuentro con el ímpetu de siempre, organizadas y sinceras, marcadas por el ejemplo de la comandanta Ramona y de otras mujeres que abrieron camino. No es que adivinemos. Es que las compañeras del Grupo de Mujeres del Municipio Autónomo de La Paz, del Caracol de Roberto Barrios “Torbellino de Nuestras Palabras”, ya lo dijeron aquel 2 de agosto de 2007 en que nos informaron que había sido quemada la casa de “María López Peñate, quien vive sola con su hija en la comunidad Francisco Villa”. Ellas lo dijeron: “Nosotras no nos vamos a desanimar, sino que vamos a seguir organizándonos más como mujeres zapatistas junto con nuestros compañeros”.
Sus historias nos esperan a partir del 28 de diciembre en ese Caracol que tiene un nombre que ya anticipa lo que será el evento: “Resistencia hacia un Nuevo Amanecer”, mejor conocido como La Garrucha, Chiapas, México.

22 de diciembre, 2007

Décimo aniversario de la masacre de Acteal

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