sexta-feira, 21 de dezembro de 2007

Chile: cem anos do massacre de trabalhadores na Escola Santa Maria de Iquique


Hoy se cumplen 100 años de la masacre obrera de la escuela Santa María de IquiqueLa persistente violencia oligárquica
Mario Amorós

Hoy acto en Madrid en recuerdo de los trabajadores asesinados en Iquique: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=60669

La madrugada del 5 de septiembre de 1970, desde los balcones del viejo caserón de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, Salvador Allende pronunció su primer discurso como presidente electo de Chile, tras la apretada victoria de la Unidad Popular en las elecciones presidenciales: “Han sido el hombre anónimo y la ignorada mujer de Chile los que han hecho posible este hecho social trascendental. Miles y miles de chilenos sembraron su dolor y su esperanza en esta hora que al pueblo pertenece”. Una vez más en su vida política, y no fue la última, Salvador Allende rindió homenaje a la dura historia del movimiento popular chileno, caracterizada tanto por la tenacidad de sus miembros como por la implacable represión de la oligarquía.
Gabriel Salazar señala que el Estado nacido con la Constitución de 1833 no fue nacional porque no integró la nación sino que la dividió: “Se basó en la negación de la participación ciudadana. Institucionalizó la voluntad de una oligarquía casi en los mismos términos con que el Estado Imperial formalizó la voluntad del Rey. (…) Es sintomático que los cónsules de las grandes potencias mercantiles instaladas en Valparaíso hayan considerado el Estado surgido en 1830 como un gobierno ‘despótico y tiránico”. De la misma manera que Portales y sus hombres se adueñaron del control del país, historiadores como Hernán Ramírez Necochea, Fernando Ortiz, María Angélica Illanes o Sergio Grez han revelado como desde los albores de la República la rebeldía de los de abajo impugnó la hegemonía de la clase dominante.
A pesar de la enorme distancia que le separaba de la Europa donde se forjaron las ideas del socialismo, algunas personas, incluso de familias adineradas como Santiago Arcos, prestaron atención a aquellas tesis. En 1850, apenas dos años después de la publicación del Manifiesto Comunista, Arcos y Francisco Bilbao, así como otros intelectuales y trabajadores manuales, fundaron la Sociedad de la Igualdad, la primera organización que se propuso en Chile como objetivo el cambio social y cultural para mejorar la situación de las grandes mayorías condenadas a la miseria.
La Sociedad de la Igualdad llegó a reunir a más de tres mil hombres en sus escasos siete meses de existencia (fue clausurada por el Gobierno conservador de Bulnes, quien declaró el estado de sitio y apresó a Arcos y a otros de sus dirigentes, no así a Bilbao, quien logró escapar); elaboró un discurso contestatario que tuvo un cierto eco social; organizó escuelas y talleres de educación popular y abrió una sede en el corazón de Santiago. En su periódico, El Amigo del Pueblo, quedó recogido su pensamiento, que constituye un hito histórico en la evolución de Chile. Así, en uno de los textos atribuidos a Arcos podemos leer:
La clase obrera ha pasado desapercibida por los hombres públicos de Chile; y ha llegado el tiempo de que esa clase obrera adquiera conciencia de su poder. Deber es de los que mandan prevenir ese momento en que cansado el obrero de trabajar sin fruto y sin protección, reclame por la fuerza lo que no ha podido conseguir con la calma y el sufrimiento.
De mediados del siglo XIX también son las primeras expresiones de un muy incipiente movimiento obrero: las sociedades mutualistas, cuyo principal dirigente fue Fermín Vivaceta y que agrupaban a artesanos de distintos sectores con fines solidarios. El último cuarto del siglo XIX se caracterizó por la masiva aparición de periódicos obreros y por la llegada de las ideas del anarquismo y del socialismo marxista, portadas a América del Sur por los inmigrantes europeos que arribaban en masa a los puertos de Montevideo y Buenos Aires. Surgen también los primeros partidos que se reclaman “socialistas”, el más importante de ellos la Unión Socialista, creada en 1897 y que muy pronto pasó a denominarse Partido Socialista de Chile. Fueron organizaciones de una existencia efímera, pero al fin y al cabo las primeras expresiones del socialismo políticamente organizado.
En 1890 tuvo lugar la primera huelga general de Chile, iniciada en Iquique el 2 de julio por impulso de los trabajadores portuarios y que se extendió hasta las minas de carbón de Lota y Coronel, pasando por Valparaíso y Viña del Mar, y fue ampliamente reprimida tanto por el gobierno de Balmaceda como por los patronos. Luis Vitale explica el significado de aquel paro para el desarrollo del movimiento obrero:
La huelga de 1890 fue netamente proletaria. Abarcó a miles de obreros que por primera vez lograron coordinar un movimiento huelguístico de alcance nacional. La experiencia de lucha adquirida por las nuevas capas obreras en esta huelga forjó una conciencia de clase que a principios del siglo XX se traduciría en la creación de las Mancomunales, antesala de la FOCH.
En aquel tiempo, además, todavía el Partido Democrático era un referente para muchas personas que anhelaban la realización de profundas transformaciones, entre ellas el obrero tipógrafo Luis Emilio Recabarren, y había conquistado un espacio en la vida institucional del país: en 1894 eligió a su primer diputado, en 1903 conquistó la alcaldía de Valparaíso y en 1906 tuvo una representación de seis diputados en el Congreso Nacional. En aquel año, además, se adhirió a la Segunda Internacional.
El siglo XX empezó con un golpe magistral de la oligarquía a la clase trabajadora: la imposición por ley del servicio militar obligatorio. A partir de entonces la juventud de origen popular fue empleada para reprimir la rebeldía de origen popular, tal y como subraya María Angélica Illanes:
Esa juventud popular que supuestamente debía forjar la nueva aurora era masivamente reclutada en cumplimiento de la Ley de Servicio Militar Obligatorio, ley que debutaba en el país. Esta ley constituía uno de los golpes estratégicos más certeros dados por el régimen contra el movimiento obrero, y tendría gran repercusión en la historia del siglo (…) la elite construía su ejército con los miembros del propio pueblo. El fusil empuñado por éste en defensa de la elite constituyó la clave de la defensa del régimen de poder en el nuevo siglo, fenómeno que se realiza a través de la colonización interna de las fuerzas sociales potencialmente productoras de infidelidad.
A principios del siglo XX la organización del movimiento obrero ya era notable. Los trabajadores que asumieron los ideales anarquistas despreciaron las sociedades mutualistas y crearon desde 1898 las sociedades de resistencia, que concebían la huelga como la principal herramienta para la mejora de las condiciones de vida de los obreros. Así, por ejemplo, en 1903 la huelga de los trabajadores marítimos de Valparaíso tuvo un gran impacto y fue dirigida por el activista anarquista Magno Espinoza. El movimiento desembocó en un levantamiento popular con saqueos y quema de tranvías que fue reprimido por unidades militares enviadas desde Santiago. Terminó con un centenar de muertos y algunas concesiones a las demandas de los trabajadores.
En octubre de 1905 tuvo lugar en Santiago la “huelga de la carne”. En octubre de aquel año un llamamiento del Partido Demócrata y de las organizaciones laborales a oponerse al aumento del impuesto a la carne importada reunió a treinta mil personas en el centro de Santiago. El levantamiento popular fue aplastado por el ejército de manera sangrienta.
Dos años después tuvo lugar la masacre que más ha perdurado en la memoria del movimiento obrero, gracias a la emocionante Cantata creada por Luis Advis e interpretada por Quilapayún: la de la Escuela Domingo Santa María de Iquique, el 21 de diciembre de 1907, de la que ahora se cumplen 100 años. Aquel año supuso el comienzo de un periodo de crisis económica y se conmemoró en todo el país y de manera masiva el Primero de Mayo, al tiempo que las huelgas se sucedían en distintos centros de trabajo.
El 4 de diciembre empezó la “huelga grande de Tarapacá”, cuando cerca de trescientos trabajadores del ferrocarril salitrero de Iquique se declararon en huelga por demandas salariales y al día siguiente la empresa aceptó sus exigencias. Este conflicto concluyó, pero sin embargo los trabajadores del ferrocarril urbano y los cocheros pararon y la huelga se extendió por la provincia de Tarapacá, incluidas las oficinas salitreras. El 14 de diciembre los obreros empezaron a atravesar el inhóspito desierto de Atacama camino de Iquique y empezaron a llegar al día siguiente. Nombraron un comité de huelga, presidido por los anarquistas Luis Olea y José Briggs, asumieron el control de la ciudad y presentaron a los empresarios y autoridades su pliego de peticiones.
Sus principales demandas eran el pago de los salarios en efectivo, mensualmente y en oro para evitar su desvalorización; libertad de comercio; protección de los obreros en las faenas mineras; hospitales; cementerios. Pero los patronos rechazaron cualquier acuerdo, incluso algunas propuestas del Gobierno. El 20 de diciembre, en la oficina Buenaventura, la represión ya dejó un saldo de diez trabajadores muertos.
El 21 de diciembre de 1907, con el estado de sitio decretado, unos siete mil obreros estaban en la escuela Santa María, escuchando los discursos de unos oradores que se reafirmaban en sus demandas y criticaban el modelo de sociedad vigente. En las negociaciones de aquel día los obreros advirtieron de que si sus demandas no eran atendidas no regresarían a las oficinas y emigrarían hacia el sur. El relato del periodista Nicolás Palacios nos ofrece los instantes previos a la mayor masacre sufrida por el movimiento obrero chileno antes del 11 de septiembre de 1973:
Formaban en la Plaza Arturo Prat todas las fuerzas disponibles de tierra y de mar para la acción. Concurrieron tropas del O’Higgins, del Rancagua, del Carampangue, de Artillería de Costa y marinería de los cruceros, formando la infantería. Granaderos y policía armada de lanzas constituían la caballería y las ametralladoras del Esmeralda, la artillería (…) en su trayecto, por diversas calles de la población, fueron obligando a todos los obreros que por ellas traficaban a caminar hacia el lugar de concentración de los huelguistas.
Los militares, bajo las órdenes del general Roberto Silva Renard, abrieron fuego y masacraron a cerca de 2.500 trabajadores. Patricio Manns, en su detallado relato de esta masacre, narra, a partir del testimonio de Humberto Valenzuela, que el Gobierno ordenó trasladar a los obreros y a sus familias supervivientes en “trenes calicheros” (dedicados al transporte de los sacos de salitre) y una vez en su interior fueron baleados por las “guardias blancas” patronales; sus muertes ni siquiera fueron registradas. Manns añade:
John Lockett, representante de las compañías salitreras, al mando de los carretones recolectores de basura, fue el encargado de la macabra tarea de limpiar la plaza y la Escuela, de más de dos mil cadáveres. Diez mil obreros fueron llevados el 22 de diciembre de regreso a las salitreras. Algunos casados y numerosas viudas se embarcaron de regreso a las tierras sureñas que abandonaron un día en busca de mejores destinos. 549 peruanos sobrevivientes retornaron a su país. En los meses siguientes, miles de pampinos volvieron a sus pueblos por tierra y por mar.
La masacre también sirvió para hundir durante un tiempo a las organizaciones obreras: muchas sociedades de resistencia pasaron a la clandestinidad y las grandes mancomunales se disolvieron, una tendencia que no finalizó hasta después de 1910. En cambio, el general Silva Renard fue felicitado por el presidente Pedro Montt: “Ha cumplido usted los deberes de su cargo en forma que hace honor a su criterio y energía”. Incluso el responsable militar de aquella masacre dio su nombre a un regimiento del ejército.
Sin embargo, fue en la pampa salitrera donde surgieron de manera definitiva las dos organizaciones que cambiaron el curso de la historia de Chile en el siglo junto también con el Partido Socialista, creado en 1933. En 1911 el Partido Demócrata firmó un pacto con los partidos Conservador y Liberal Democrático que supuso la división de sus filas y la partida de los sectores obreros más combativos, encabezados por Luis Emilio Recabarren, quien junto con un grupo de trabajadores de Iquique acometió la fundación de un verdadero partido de los trabajadores con implantación en todo el territorio nacional. El 21 de mayo de 1912 Recabarren, en un artículo periodístico titulado “Vamos al socialismo”, llamó a los obreros del salitre a abandonar el Partido Demócrata para crear en Tarapacá “el formidable pedestal del Partido Socialista de Chile”. En los días posteriores los trabajadores de 22 agrupaciones demócratas de la provincia acogieron su exhortación.
Después del fracaso de las efímeras experiencias partidarias de inspiración marxista, el 4 de junio de 1912 Recabarren y sus compañeros fundaron en Iquique el Partido Obrero Socialista (POS), la primera gran organización política de la izquierda chilena, que diez años después se convirtió en el Partido Comunista. Su primera dirección la integraban quince personas, todos ellos obreros. Sólo tres años después, en 1915, el POS ya tenía una estructura nacional, fruto de los viajes que Recabarren hizo por todo el país para reclutar adherentes. Como a lo largo de toda su trayectoria de lucha, Recabarren fue un gran defensor de la prensa obrera. El gran diario obrero fue El Despertar de los Trabajadores, que se publicó hasta 1927.
Fue precisamente la actuación de los militantes del POS la que permitió el viraje de la Federación Obrera de Chile, creada en 1909 como la primera central sindical de carácter nacional bajo la égida de los sectores conservadores católicos. Durante sus primeros años la FOCH actuó como una sociedad de socorros mutuos de los obreros de las vías y maestranzas de los ferrocarriles estatales, pero la actuación de los militantes del POS permitió un viraje de la FOCH hacia las posiciones marxistas y así, en 1917, durante la convención de federaciones realizada en Valparaíso, dejó de ser una organización mutualista de ferroviarios y se convirtió en una organización clasista de sindicatos de trabajadores.
En aquel momento se había fundado ya la Asamblea Obrera de Alimentación Nacional (AOAN), promovida por la FOCH, la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, sectores del Partido Democrático y del Radical y por algunas organizaciones católicas de trabajadores. Entre sus principales dirigentes estuvieron dos destacados miembros del Partido Socialista que se fundaría en abril de 1933: Eugenio Matte y Carlos Alberto Martínez. A finales de aquel año la AOAN fue capaz de reunir a casi cien mil personas en Santiago. “Las ‘marchas del hambre’ impulsadas por la AOAN desnudaron la crisis de representación de la dirigencia política que administra el país según una matriz oligárquica y parlamentaria desde 1891. Evidencian la falta de legitimidad de la organización del Estado, contribuyendo a que en los años siguientes casi todo el espectro social y político exija un cambio de las instituciones, cambio que se concretará con la Constitución de 1925”.
La crisis del salitre a partir de 1919 y el consiguiente cierre de decenas de oficinas hizo que miles de trabajadores se dirigieran a otros puntos del país y llevaran consigo las ideas socialistas que el POS y la FOCH les habían transmitido. El mundo del salitre agonizaba, pero dejó miles de hijos del salitre que con su conciencia revolucionaria fueron capaces con el tiempo, unidos a sus hermanos de clase, de gestar un impresionante movimiento popular que asaltó la historia aquel septiembre de 1970 en el que el Compañero Presidente rindió homenaje a los mártires de Iquique y a todos quienes les precedieron en la lucha social.
La respuesta de la oligarquía fue siempre la misma: San Gregorio (febrero de 1921), Curanilahue (mayo de 1921), Zanjón de la Aguada (fines de 1921), Santiago (1922), Petorca (1922), La Coruña (junio de 1925), Lonquimay (1934), Santiago (1935), Plaza Bulnes de Santiago (1946), Avenida Matta de Santiago (1950), Santiago (1962), población José María Caro (1963), El Salvador (1965), Santiago (1966), Puerto Montt (1969).
Y cuando el movimiento popular conquistó con Allende la Presidencia de la República de nuevo la oligarquía logró, después de mil días, afirmar su hegemonía con la violencia implacable de sus Fuerzas Armadas y de organismos como la DINA. Si de la matanza de Iquique en 1907 el pueblo logró rehacerse en poco tiempo, las consecuencias del exterminio perpetrado por la dictadura principalmente entre 1973 y 1976, con el recurso a una auténtica política del terror, se sienten aún hoy, cuando el movimiento popular aún no ha podido construir una auténtica alternativa de poder.

- BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA:
· “A cincuenta años de la matanza de Iquique”. Principios, nº 45. Noviembre-diciembre de 1957.
· ARRATE, Jorge y ROJAS, Eduardo: Memoria de la izquierda chilena. Tomo 1 (1850-1970). Javier Vergara Editor. Santiago de Chile, 2003.
· BARRÍA S., Jorge: El movimiento obrero en Chile. Trígono. Santiago de Chile, 1971.
· GREZ TOSO, Sergio: Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de “la Idea” en Chile, 1893-1915. LOM. Santiago de Chile, 2007.
· GREZ TOSO, Sergio: “Chile, 1907, Santa María de Iquique. Centenario de una lucha social olvidada”. Le Monde Diplomatique, edición española. Diciembre de 2007. pp. 11-12.
· MANNS, Patricio: Chile: una dictadura militar permanente. Sudamericana. Santiago de Chile, 1999.
· ORTIZ, Fernando: El movimiento obrero en Chile, 1891-1919. Michay. Madrid, 1985.
· PINTO VALLEJOS, Julio: “Socialismo y salitre: Recabarren, Tarapacá y la formación del Partido Obrero Socialista”. Historia, nº 32. Santiago de Chile, 1999. pp. 315-366.
· RAMÍREZ NECOCHEA, Hernán: Historia del movimiento obrero en Chile. Antecedentes. Siglo XIX. Austral. Santiago de Chile, 1956.
· RAMÍREZ NECOCHEA, Hernán: Origen y formación del Partido Comunista de Chile. Progreso. Moscú, 1984. Prólogo de Orlando Millas.

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